lunes, 27 de mayo de 2013

Al frente del arte todo


Llegó a Buenos Aires a los 6 años de edad, proveniente de su República Checa natal. Era sólo un niño y aunque no lo sabía entonces, había traído consigo la visión del arte moderno europeo. La vida en Buenos Aires le daría un tono porteño al artista y crítico, aunque nadie olvidará ese acento resultante que jamás se molestó en disimular.
Rápidamente se hizo notar dentro del círculo snob de los 90, presentando a los 14 sus primeros ensayos sobre autores como Van Gogh y Picasso. Luego estudió canto lírico y drama.
Sin embargo, resultó ser durante toda su vida una de esas personas que dan al mundo más de lo que reciben de él; de esta forma, Federico Klemm inició muchas y variadas corrientes artísticas, mezclando formatos y conceptos.
Para 1981, Federico Klemm incursionó en el mundo del diseño a través de la fabricación de muebles que exploraban distintas normas arquitectónicas. En esos “ensayos” consiguió aplicar, por ejemplo, el neogrecorromanismo geométrico a una silla.
En el 83 avanzó sobre otro formato nuevo, esta vez únicamente como producción audiovisual: los videorretratos. Éstos consistían en un retrato cinemátografico de menos de un minuto de duración en donde el retratado posaba frente a la cámara en un primer plano sin moverse, realizando únicamente movimientos como el parpadeo o sutiles gestos faciales. Entre ellos, se destacan aún hoy (aunque resultan difícil de conseguir) los que realizó a Jorge Romero Brest y a Martha Minujín.
En la víspera de los 90 comenzó a dirigir performances audiovisuales en donde mezclaba piezas de música clásica y lírica con coreografías, escenarios y actores que representaban y danzaban acorde a los sonidos. Además, incluyó en ellas varias proyecciones con videos propios editados y efectos de sonido.
“Me encanta vestirme de torero, es una ceremonia entre la vida y la muerte”. Federico Klemm fue un personaje expuesto, histriónico y generoso. No sólo impulsó la frontera del arte moderno en todas sus manifestaciones, sino que desde la Fundación Klemm, inaugurada en 1992, supo ayudar a artistas que, como él, necesitaban un lugar donde desarrollarse sin ser juzgados. Su mensaje de solidaridad y de exploración es el legado que hoy, a 11 años de su muerte, aún está presente.