viernes, 8 de junio de 2012

Ensayo breve: Operación Masacre


   Para comenzar esta página acerca de “Operación Masacre” me gustaría hacerlo recalcando la complicidad generada entre autor y lector. Con esto me refiero a que constantemente y a lo largo de todo el libro, Rodolfo Walsh, con su manera de escribir, hace sentir al lector un verdadero testigo y participante de la investigación. Nos acompaña a lo largo de sus propios razonamientos, de modo tal que entendamos no sólo la conclusión a la que llega mediante los datos recogidos, sino también a aprender cómo intuye o presupone las situaciones en las que no cuenta con testimonios certeros. Evidencia esto el uso de las preguntas sugerentes (en algunos casos hasta casi con ironía), marcado sobretodo en las historias de los personajes, en la primer parte del libro. Considero que este recurso predomina en el principio como una astucia de Walsh para “instruirnos” en el método con el que llevará adelante su investigación: plasma en el texto las hipótesis (todas) que cualquiera hubiere formulado.

“¿Es una mentira inocente para encubrir una salida más? ¿Oculta algo más serio, es decir su propósito de intervenir en el movimiento? ¿O realmente va a trabajar?”
(1ra Parte, Cap. 12)

Esa interacción constante, ese participar del lector en el relato es un elemento narrativo demasiado fuerte para no ser mencionado: Walsh crea investigadores. 
Tampoco podemos dejar de mencionar las descripciones cuasi líricas que no se quedan en los simples detalles observables, sino que llegan a describir la personalidad de cada “actor” mediante actitudes, experiencias o gestos:

“Hombre de unos cuarenta años, de estatura mediana pero atlético, suboficial de gendarmería en una época, más tarde vendedor de terrenos, temperamento vivo, precipitado, propenso a la jactancia (…)”
(1ra parte, Cap. 8)

En cuanto a lo meramente periodístico, el compromiso con la verdad lleva un papel preponderante, evidenciándose en la presencia constante de datos corroborados y aún corroborables si se lo desea. De esta forma creo que Walsh consigue anclar el relato a la realidad, al punto de exhibir innumerables pruebas que, de ser puesta en duda su veracidad, cualquiera de estos investigadores podría rastrearlas y ratificarlas (o rectificarlas si correspondiere).

“Llevaba el número 110, había sido despachado de Casa de Gobierno a las 19.30 horas y recibido a las 20.37.  Era el lunes 2 de Julio de 1956.”
(2da parte, Cap. 31)

Toda la 3ra parte del libro entrega al lector una cantidad importante de evidencias en forma de documentos recopilados, diálogos con jueces, entrevistas y testimonios. Agregando además el desarrollo y seguimiento judicial de las historias narradas, como certificaciones irrefutables.

En un nivel personal, encuentro el legado periodístico de  la obra en su carácter didáctico: es un manual para investigar; y en cuanto a narrativa refiere: es la historia y desarrollo de un investigador.
En un principio uno quizás, como investigador (-lector) ante un largo y sinuoso camino, tienda a los vaivenes y desordenes cronológicos, como presenta la primera parte de la novela. También la formulación de las preguntas en esta parte nos enseña cómo encarar la búsqueda de datos,  dónde encontraremos callejones sin salida, qué escapa a nuestro conocimiento actual, y qué hipótesis podemos formular en nuestro nivel de novato investigador.
Más adelante, encontramos en la segunda parte del libro, como bien anuncia su título: los Hechos. Las cosas que pasaron. Es aquí donde el investigador novato, cada vez más involucrado en el caso a nivel teórico, pasa a encarnar el evento recopilado de las voces de los demás: reconstruye una realidad.
Finalmente, como un experto investigador y como un buen lector que terminó un libro, contamos ya con la pericia y la experiencia de presentar nuestras pistas, por más ínfimas que sean, ante el público. Recopilar y ordenar todos los pequeños papeles arrugados, notas, fotocopias, etc., y disponerlas en un mantel matemático; de forma tal que, llegue a manos de quien llegue, la respuesta siempre sea la misma; en este caso:

“A las 24 horas del 9 de Junio de 1956, pues, no rige la ley marcial en ningún punto del territorio de la Nación”
(2da parte, Cap. 15)

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